miércoles, 25 de febrero de 2009

II

Mis primeros años en el monasterio fueron lo que se dice monótonos, orar, estudiar, estudiar y orar.

Pronto me di cuenta que mis padres me habían olvidado, creo que en los 10 primeros años que estuve en Alet, solo recibí dos misivas. Una me anunciaba la muerte de mi hermana Arsenda a la edad de 10 años, los sanadores dijeron que de unas fiebres, pero dejemos eso, me trae malos recuerdos.

Recuerdo los ratos de oración en las matines, hacia mucho frío y yo me dedicaba a corretear entre las columnatas de la Abadía, no lograba concentrarme en el rezo.

En mas de una ocasión fui reprendido por los frailes


-Marcelus esta es la casa de Dios, no es un salón de Justas-, pero......

¡¡¡como un crío de 9 años puede estar parado orando durante varias horas con un frío del diablo¡¡¡.

Pero también aprendí a leer y escribir, que no es poco, eran pocos los monjes que sabían leer (Aun que se diga que eran instruidos), muchos de los copistas que teníamos en la Abadía solo se limitaban a eso, copiar, ni si quiera sabían lo que copiaban, aunque realizaban cosas maravillosas.

Yo tuve suerte, Edelgardo, el bibliotecario, me tomó bajo su protección.

El me hablaba de sus viajes y visitas a ciudades, yo le comente que había vivido el Carcassone.

(continuara.....)

1 comentario:

  1. Empiezo tus andanzas...
    Las cosas se han de cojer desde el principio, o sino nada de nada...

    Aaah, por lo de los rezos diarios, no te preocupes...Por si te sirve de consuelo, yo estudiaba en un colegio de monjas, donde teníamos nuestra iglesia privada y la capilla...así se aseguraban el "cántico" diario...jajaja.
    Era una miiii...mismísima, eso, mismísima dulzura. Jejeje.

    Te seguiré visitando por apítulos, como las grandes novelas.

    Besos Maelius!!!

    ResponderEliminar