miércoles, 13 de mayo de 2009

XV


Fueron días de curiosidad y de varias visitas al desconocido aventurero.

Digo desconocido porque realmente nunca llegue a poder leer en sus miradas inquietantes, en sus escuetas sonrisas y jamás me mostró la dulzura que solo sentí la primera vez que hable con el.

El hermano Odric se incorporo al monasterio como uno mas, pero seguido de su halo de conocimiento rápidamente se encaramo o fue propuesto, no lo se ciertamente, al “titulo” de maestro.

Nosotros los pobres frailecillos no teníamos la menor idea de lo que le había traído a nuestras puertas y a mi particularmente me corroía la curiosidad. (Perdonadme Señor).

Así fue como empezaron mis clases sobre las muchas y varias lenguas.

El Maestro Odric me enseño que entre los pergaminos, legajos y Codex de la biblioteca siempre había algo interesante y hermoso de conocer.

Su forma de explicar, de enseñar, de pronunciar sus discursos todavía despertó mas en mi el ansia de aprender, indagar, revolver e incluso “incautar” ciertas obras que me llamaban la atención y curiosidad.

Así fué como Marcelus empezó a tener una voraz hambre de lectura y una perspicaz e irónica forma de conseguir sus propósitos.


(continuara…….)