miércoles, 8 de abril de 2009

XIV.


Así fue la llegada a las posesiones de Alet del “misterioso” Otric.

Paso varios días recuperándose del duro viaje, solo hablaba con Olegario, y seguía con esa mirada dura, seca y profunda.

De todas formas no había forma de entenderse con el, o eso creía yo, lo que me llevo al error de comentarle a Fulberto que habría que enseñarle nuestra lengua.

El prior me miro con esa mirada que solo un padre pone sobre sus hijos, me tomo por los hombros y fijamente mirándome y sonriendo me dijo…..

Marcelus, eres joven, despierto, curioso, y a veces impertinente.
Este hombre al que hemos acogido como nuestra regla nos obliga, dándole atención en sus heridas y saciando su hambre es alguien a quien nosotros poco podemos enseñar en las lenguas habladas y las no habladas.

Este monje es el reconocido teólogo Otric de Suavia. Doctor en lenguas antiguas y un versado orador.

Nosotros solo debemos recuperarle para que el nos enseñe y nos pueda explicar que ha sucedido en su largo viaje y porque buscaba nuestro monasterio.

En mi mente empezaron a sucederse un enjambre de imágenes y empecé a acumular una cantidad enorme de preguntas, su anillo, su idioma, su categoría reconocida, el misterio de su huida. Todo daba vueltas en mi cabeza.

Esa fue la peor de mis pesadillas, la curiosidad.

Durante los días que estuvo en la botica recuperándose, yo hacia lo posible para llevarle las vituallas e intentar hablar con tan distinguido personaje, pero mis esfuerzos solo encontraban esa mirada.

Me miraba a los ojos intensamente, luego miraba su anillo y lo cubría con la mano.

Una mañana al llevarle el desayuno no pude mas……..

-Hermano, perdonadme por mi falta de respeto el día de la llegada a esta vuestra casa, el temor y el desconcierto me llevaron a cometer el pecado de la curiosidad, no debí intentar tocar vuestra sortija-

Ante mis palabras Otric levanto la cabeza y sonriendo (la primera vez que sucedía y no seria la ultima), me dijo….

-Hermano, no conozco vuestro nombre, pero se que la curiosidad no es pecado, solo una persona que necesita saciar su saber puede llegar a cometer estas pequeñas faltas.

No debisteis intentar tocar “la señal”, pues de ella dependen muchos temas importantes y a su debido momento sabrás de qué te hablo-

Mi primera impresión fue de sorpresa, hablaba mi lengua perfectamente, deduje que el cansancio y la fiebre de sus heridas le hacían delirar y cuando llegó habló en su lengua materna, después me sorprendió la amabilidad con la que me respondió y aunque su mirada seguía siendo dura y fría tuve la sensación de bienestar ante su presencia.

Rápidamente me presente…

Hermano, mi nombre es Marcelus, para serviros a vos y al Señor.


(continuara.......)

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